En su nota de prensa presentando
la nueva regulación de bajeras de ocio (seguiremos usando siempre ese nombre a
pesar de cualquier eufemismo) el Ayuntamiento de Pamplona cita la presentación
de 26 denuncias en 2011 hasta 28 de Noviembre para un total de 251 locales.
Curiosamente no se hace ninguna valoración de esa cifra. ¿Son pocas o muchas?
¿En cualquier otra actividad: comercio, hostelería, servicios, … se denuncia al
10 % de ejercientes sin que el hecho merezca más comentario que la simple cifra?.
Queremos resaltar que la cifra de
denuncias es insignificante en relación con las gestiones realizadas por los
vecinos para atajar las innumerables molestias producidas. Cada denuncia lleva
tras de sí un auténtico Vía Crucis de intentos de solucionar el problema
amistosamente con los usuarios y propietarios.
En primer lugar con los usuarios.
Petición de que paren los ruidos, que puede surtir un mínimo efecto al
principio. Después, o ya desde el principio, indiferencia, pasotismo, malas
contestaciones e incluso amenazas. Llega uno a pensar que el molesto es él, que
no hace más que incomodarles con su insistencia.
Después con los propietarios.
También al principio se muestran comprensivos e intentan hacer alguna gestión
con los usuarios. Al final la respuesta es siempre la misma: ellos tienen una
licencia y cumplen con los requisitos que marca la ley, así que los problemas
exceden su responsabilidad.
Por último se puede ensayar con
la Policía Municipal, que acude con prontitud y consigue el efecto de parar el
alboroto, ¡hasta el día siguiente!. Quizá debiéramos probar a llamar cada fin
de semana todos los vecinos afectados, a ver si conseguimos que estén
permanentemente en la zona.
Y, finalmente, los padres.
¿Existen? ¿Conocen las circunstancias en que sus hijos, en muchos casos
menores, utilizan estas bajeras, gritando y alborotando como posesos, con la
música a tope, consumiendo alcohol y otras sustancias?. ¡No! ¡Ojos que no ven
…!. Como además están en barrios “de segunda”, ¡qué importa!. Decía una vecina
en la sección “Desde la calle” de Diario de Noticias que debiéramos disponer de
los teléfonos familiares de los usuarios para tener la dicha de compartir con
los padres sus alegrías a las cuatro de la mañana.
En el comentado artículo “Es tu
hijo” publicado en El País el 26-12-12 (ver enlace al margen) se describe de
forma precisa la situación. También debieran oír a los responsables de la
acción antidroga de la Policía Municipal cuando dan charlas en los colegios:
Las bajeras ayudan a la impunidad del consumo y a ocultar los efectos en los
consumidores, que en la vía pública se pueden detectar y controlar con más
facilidad.
Ante esta situación no queda otra
alternativa que ¡Denunciar! ¡Denunciar! y ¡Denunciar!. Nada de avisos,
gestiones, buenas maneras, etc… De esta manera conseguiremos dar la verdadera
dimensión del problema para que Ayuntamiento, usuarios, propietarios y padres
se vean directamente afectados por esta lacra, que está convirtiendo en
auténticas cloacas algunas zonas de nuestra ciudad.
Como ya hemos indicado en otras
ocasiones, las bajeras problemáticas, que han sido precintadas o registradas,
tienden a reproducir los problemas, porque en la cuestión de bajeras funciona
el boca a boca, y el estilo de los que vienen es semejante a los que se han
ido. En consecuencia la observación
es más intensa y el informal fichaje
de usuarios y propietarios ayudará a atajar el problema.
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